lunes, 17 de febrero de 2014

El laberinto de Àss.

Freya se encuentra aturdida, en medio de ninguna parte. Mira a su alrededor detenidamente, no entiende nada. Hay más gente con ella, pero todos están en la misma situación. Perdidos. De pronto observan que hay salidas por las cuales pueden salir, y es aquí cuando sus caminos se separan. Cada uno elige una opción distinta. La más adecuada para cada uno de ellos. Suponen que no se volverán a ver nunca más, pero que ¿quién sabe? No saben lo que se van a encontrar pasados esos muros. Esas puertas.

Freya es una de las primeras en decidir salir de esa habitación redonda, sin esquinas. Se encuentra con un pasillo, largo y oscuro, lleno de vegetación. De pronto se da cuenta. Está en un laberinto. Tiene miedo pero sigue adelante. Está sola, pero eso no la detiene.

De repente se encuentra una bifurcación. Es momento de decidir. Hay dos caminos, uno lleno de esmeraldas, miles de piedras preciosas y otro con un trozo de pan y dos trozos de carbón. Frente a ella, hay un cartel, en el cual pone “Si coges el camino de las esmeraldas podrás salir de aquí, pero en el fondo sabrás que has elegido el camino fácil”. Ella decide rechazar el camino fácil. Así que coge su recompensa y sigue a delante.

Más adelante se vuelve a encontrar otro obstáculo. Otra prueba.  En este caso hay un guardián delante de una puerta de madera vieja y podrida. Ambos se miran y Freya espera a que el guardián le dirija la palabra. Sin decir palabra el guardián abre la puerta. Detrás de ella hay un anciano tirado en el suelo, sufriendo de dolor, sangrando por la amputación de su pierna derecha. Freya se sorprende y no es capaz de decir nada. Se queda inmóvil. El guardián de pronto le formula la siguiente prueba “Si lo matas, acabarás con su sufrimiento. Si lo matas, podrás pasar.” Freya no daba crédito a lo que oía. ¿Matar a alguien? ¿A cambio de qué? Ni siquiera lo sabía. Pensó todas las posibilidades posibles “En verdad está sufriendo, lo está pasando mal”, “Quitar una vida humana, ni pensarlo”, “Pero tengo que seguir con mi camino, hay que superar todos los obstáculos”… De pronto lo vio claro. Miro al guardián y le dijo con voz firme y serena “¡No! No pienso hacerlo. Si eso significa que tengo que volver por el camino que he venido, lo haré, pero no seré capaz de acabar con la vida de una persona”. El guardián la miró detenidamente y sonrió y dijo “Ha superado la prueba, puede pasar”. Sorprendida siguió su camino, y además estando en frío, pensó que el hombre solo estaba pasando por un momento de dolor, no era necesario que muriera.

Siguió caminando por los fríos pasillos, cansada y queriendo parar en cualquier momento, pero su objetivo era llegar al final, salir de allí. Una bifurcación vuelve a aparecer. A la izquierda un señor mayor y la derecha un hombre muy atractivo. Y otra vez otro cartel “Elige lo que sea más importante para ti. Lo que más peso tenga. La sabiduría versus la belleza.” Y debajo de este cartel hay una placa, la cual está conectada a la puerta. Ella no se lo piensa dos veces, sabe que las dos cosas son importantes, la belleza es algo estético y que entra por los ojos, y la sabiduría una de las cosas más importantes que hay. Por lo tanto eligió a los dos. Los cogió de los brazos y los colocó encima de la placa y de repente la puerta a la que estaba conectada se abrió. Había superado la prueba. No existe la belleza sin la sabiduría, ni al revés.

Ya lleva un largo camino y en una de las últimas pruebas se da cuenta de que no la puede realizar sola, no por la complejidad que conlleva, sino porque no sabe de todo. Sabe de muchas cosas, ha superado obstáculos, pero la gente habrá aprendido cosas que ella no. Y es cuando se da cuenta de que las personas están creadas para vivir rodeadas de otras personas, para adquirir sus conocimientos y aprender de ellas. Que el destino lo crea cada uno con las decisiones que elige desde el principio. Que puede que haya recorrido mucho más trayecto que el resto, pero no es determinante. Nunca se puede llegar a obtener la inteligencia absoluta.


El final de esta historia se resume no solo en los valores que vas aprendiendo sobre el trayecto, sino en que hay que arriesgar siempre para conseguir lo que quieres. Para poder tener así un objetivo en la vida y recordar que no estás solo. 

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